Por: Juan Daniel Macias Bueno
Aunque seguimos en maratón, y ponerse triste es difícil, recordar duele. Hoy los invito a irnos a la segunda y tercera semana de Septiembre, Colombia pasaba por el momento más triste que ha tenido este año, en mi opinión, el asesinato de Javier Ordóñez y otras 11 personas a causa de esto, en una Colombia que decidió enfrentarse a una institución corroída por la corrupción y los sobrepasos, como lo es la Policía Nacional, a pesar del virus que aun nos persigue, el covid-19. Al mismo tiempo nosotros revisamos reseñas de nuestros compañeros, y en la semana 7 hablábamos de institucionalidad, un orden casi predestinado.
Por una parte, el ejercicio de las reseñas fue provechoso, en medio de esa aura de tensiones por lo que acontecía, el trabajo colaborativo ayudaba a percibir que todos queríamos que los demás mejoraran, pues al parecer entendemos que nosotros debemos ser parte fundamental de los cambios que deben darse. Además, se reforzó lo técnico en cuanto a las estructuras de la reseña, las normas APA y más, aspectos básicos que nunca debemos dejar pasar por alto.
Y luego, terminamos hablando del conocimiento, a quien entiendo cómo ese contenido que podemos procesar, utilizar y transformar para nuestro beneficio, desde la reflexión y la problematización, más que crearlo lo hacemos volátil. Y en medio de esto, se hace necesario entender que es gracias a la relación dialéctica entre lenguaje y conocimiento, que este puede procesarse, pues entre significados y significantes es que se desarrollan los mundos de las ideas.
Todo esto solo me lleva a pensar desde la crítica social, en un mundo en que como seres cognoscentes podemos utilizar todo este conocimiento para el bien propio, para el trabajo colaborativo, para la protesta social, existen seres amorfos de alma, que ven en el daño la solución perfecta, sin pensar de forma causal en que el daño genera más daños, porque somos seres emocionales, desde la cuna. Solo podemos pedir Justicia ante estos casos.
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